Te robarán el alma, aquellos que practican la calma. Rudos corazones, que ya quisiera haberlo tenido Herodes.
Sé fuerte: ¡mi niña!
Ya me encargo de ponerte la zancadilla.
Para que te levantes después, y tu compañero de juegos sea el barro otra vez.
No deshojes margaritas, a ti corresponde pincharte con mil espinas, melancolías las justas, la vida no es así de dura, son otros corazones, los que imponen sus miedos a tropezones, y te hacen ver el mundo al revés.
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