Extraño juego,
aquel que cree controlar los sueños,
los falsos rubores,
que no plasman emociones. Automatas del miedo,
que sobornan a los viejos, robándoles por las noches sus emociones, convirtiéndolos en almas sin vida ni esperanza, somos meros
vagabundos sin coraza.
Niños pequeños
que atientas buscan
la mano amable, de la madre que perdió
a su niño, engullido por el tedio y el olvido.
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